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El rincón de los recuerdos
Miguel Ángel Cuesta Gómez

Después de casi 27 años trabajando se puede comprender que uno ha pasado por experiencias de todo tipo que le han ido forjando como maestro en esta maravillosa profesión. A lo largo de mi vida profesional ha habido dos lugares que me han marcado profundamente. El primero fue Lagunilla, lugar donde empecé a trabajar y en el que permanecí cerca de doce años. El segundo, al que me referiré ahora, fue Santibáñez de Béjar.

Hace ya tantos años que me resulta difícil recordar el año en el que llegué allí, quizás en 1992. Ya se sabe que el último en llegar ocupa la plaza que nadie quiere y me fui a El Tejado. La razón de que nadie quisiera ir allí era la distancia. Tremendo error para quien dejó escapar semejante destino. A partir de ahí, de la llegada al CRA, comenzó a forjarse una relación personal con los compañeros no exenta de algún enfrentamiento (¡Qué grupo humano no los tiene!) pero en el que prevaleció siempre el buen ambiente y en muchos casos se llegó a la amistad. Los viajes en coche unen mucho.

En cuanto al trabajo y la estancia en El Tejado fue magnífico. Trabajamos mucho, nos reímos mucho, tuvimos percances como cuando se nos ocurrió construir un invernadero en la parte de atrás del colegio y la inexperiencia de todos hizo que el viento nos lo derribara continuamente. Pasamos más tiempo remendando la instalación que cultivando. Pero alguna lechuguita sí llegó a la mesa.

 Un lugar en el que uno se sintió querido y apreciado. Los pocos niños y niñas que formaban parte de la escuela parecíamos más una familia que otra cosa. No los he olvidado y espero que ellos tampoco a mí. Siempre tendré un recuerdo especial para ellos y sus padres así como al Alcalde, José Luis, y perdón por el tuteo. Nunca he visto un Alcalde tan preocupado del colegio como él. Gracias por esa calefacción que nos salvó de morir como pescados congelados en una cámara de frío. Lástima que cuando su hijo pudo empezar a disfrutar de lo que él había reconstruido, la escuela se cerrara. Hubo un momento en el que hubo que poner fin a aquella aventura. La escuela ya no daba señales de recuperación, el número de alumnos descendía y su final se presentía como así sucedió.

Y después de la despedida, el encuentro con Santibáñez de Béjar. Muchos años, muchos compañeros, muchos alumnos, mucho trabajo, mucha innovación. He de reconocer que fueron años agotadores pero muy productivos. Durante aquel tiempo me ocupé principalmente del grupo de 5º-6º aunque también dí clases en la E.S.O. y alguna en Educación Infantil. Salidas, semanas culturales, convivencias, puesta en marcha de la web del colegio, trabajos y premios en Educared… Pero lo mejor de todo fue que ese grupo, aunque cambiara de personas, le dio una línea de trabajo al colegio que los maestros/as nuevos que llegaban asumían. Y sé que sigue siendo así aunque a menor escala. Todos esos recuerdos los llevo conmigo. Ya sé que la nostalgia en grado exagerado no es buena porque además el pasado no vuelve pero me gusta imaginar que todo sigue igual. De hecho, durante estos años en mi actual destino, no he olvidado ni un día los momentos pasados allí. Quizás por eso me ha costado tanto volver. También os habréis dado cuenta de que no he citado ningún nombre, ni de alumnos ni de profesores. Y no porque no me acuerde sino porque no quiero dejarme a nadie en el tintero. Pero en el fondo todos y todas sabéis con quiénes están mis afectos. Quizás no nos veamos mucho. La vida va separando pero el recuerdo, el afecto y el cariño permanecen

He intentado buscar fotos de aquella época pero me dí cuenta de que por aquel entonces la cámara que tenía era analógica y las fotos quedaron en el colegio. No obstante, alguna ha aparecido de los últimos tiempos. Os las pongo como recuerdo.

Un abrazo

 

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